Burgos
Ella había sido importante. Había sido el centro del
mundo. Había sido la madre de
conquistadores, la madre de patriotas y la abuela de los vencedores y los
vencidos. Era callada, observadora, bonachona, con el pelo recogido para leer
sus libros y unas gafas anchas para curar su edad. Sonreía a los extranjeros
cuando se interesaban por ella y lloraba cuando su gente la infravaloraba. Y
pese a que muchas veces callaba ante las injusticias y era moderada, en
ocasiones liberaba sus cabellos y gritaba en los barrios proletarios.
Era indecisa, le costaba definirse. Le gustaba dar
paseos, tumbarse en la ribera, hacer muñecos de nieve. Y pese a que era fría y
recta, se agachaba para ofrecerte un chocolate caliente. Era pálida, tímida, no
solía hablar en alto y le dolía mirar a tras, admirar lo que había sido;
arrepentirse de lo que había hecho y sufrir por lo que era; por lo que quería
ser; por no aceptarse. Ella era su gente, su historia. Era alta, ostentosa,
bonita pero hueca por dentro. Y sus ojos azules brillaban con impotencia al
verse reflejada en un espejo de contradicciones. Era complicada. Mucho.
Ansiaba un poder que ya no tenía, un hueco. Un lugar
donde refugiarse, donde morir o ser querida, no por lo que tenía, no por su
cuerpo, ni por su edad. Quería ser querida por ser ella. Quería aferrarse a la
idea de que podía ser algo más que todo eso. Que podía cambiar, moldearse,
evolucionar.
Quería ser valiente. Ser joven otra vez. Y sentía que podía serlo. Quería correr,
tocar la guitarra, sonreír, cantar, mirar las estrellas, tropezar, caer y
levantarse.
Quería aprender. Aprender a escuchar. A escuchar
palabras. Palabras que salían del corazón y se grababan en la mente. Quería
cambiar sus gafas por lentillas. Quería ser de colores. Quería menos ruido y
más silencio.
Quería bailar desnuda, hurgarse la nariz, reírse de sí
misma. Quería besar en público. Quería saber idiomas, culturas, abrirse, gritar
su nombre. Y pese a todo, ser seria cuando debía serlo, no olvidar jamás quién
había sido y lo que había hecho. Debíamos comprender que esa mujer ya no era
ella, que las personas cambian, que ella éramos todos, y que necesitábamos
quererla.
Mariam Andrés Ayuso
1º de Bachillerato H.H. y C.C.S.S.
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